lunes, 7 de enero de 2013

Volando las artes

  primero y despúes me pidieron que colaborase con Musicarte. Después de haberme resistido en varias ocasiones, han acabado provocándome. Ésta es mi contribución a volar por los aires ese proyecto siguiendo las predominantes hordas y hondas wertzianas.

Probablemente se preguntarán, más pronto que tarde, que hago yo en un lugar como éste. Y no les faltará razón. Si queren encontrar alguna responsable, pueden hacerlo en   y en (más que tics, lo que debe es tener algún tic o tara del pasado) que se empeñarón en que yo participara en esto. Desconozco la razón por la que lo llaman Queremos Musicarte. Reconozco mi ignorancia al respecto.

Aquí les dejo la última prueba de que no les miento. Entonces ya no les quedará duda alguna respecto a las responsables de la voladura incontrolada.

Tampoco se equivocarán si creen que soy  producto de alguna honda wertziana infiltrada para dinamitar desde dentro esto que ustedes entienden como una iniciativa.

Verán, me explico. El que escribe fue producto de una educación que ni siquiera cumplió con sus postulados. No aprendió ni a dibujar la "O" con un canuto y eso que decían defender que la letra con sangre entra.

Entrar no entró, pero desde luego que sangre hubo.

En mis recuerdos iniciá-tic-OS se encuentra una gran profesional de los antiguos párvulos. Llegados a éste punto, debo resaltar la importancia de los primeros años de escolaridad (que mal suena en ESO) y de la labor de sus profesionales tan infravalorados y desasistidos. Si alguna vez queremos hablar de mejorar el aprendizaje, debemos comenzar a construir (¿más ladrillo?) por la base y valorar estos cimientos como, más que merecerse, se hacen necesarios.

La citada profesora, Doña Tella, marcó mi futuro y tuvo una gran influencia porque hizo que asistir al colegio fuera toda una experiencia. Aún hoy en día, guardo un gratísimo recuerdo de ella.

Pero claro, la pobre era producto de un medio en el que se desenvolvía y no iba a ser todo perfección. En ese entonces, dar algún que otro pescozón era de lo más (no me vale ni natural, ni normal) corriente (corrientazos sí que cunde más). A esta brillante profesional, responsable de mucho de lo poco bueno que llevo en mis alforjas,  le debo también el no saber hacer la "O" ni con un canuto, de no saber dibujar, pintar o cualquier cosa que se aproxime a plasmar, aunque sea un gramo de eso que ustedes llaman arte, en un folio en blanco.

Con la música me sucede algo extraño, después de tener un padre cuyo instrumento favorito era el violín y tocaba prácticamente de todo, y una madre que tocaba el piano, el único instrumento que toco, y además parece que bien, son las narices. Si no, pregunten a la inefable ( ¡¡¡es malote, malote!!! ). Claro que ella tampoco se queda corta ( ).

Bueno, Doña Tella, pronto forjó una de las taras que me acompañó (que iluso, hablo en pasado como si me hubiera abandonado) durante toda mi vida. El sambenito de no "saber" dibujar y/o letrear.

Mis libretas se teñían del añil tachón, eran desordenadas, sucias, llenas de renglones torcidos, que comenzaban en la izquierda y acababan gritando independencia en el pico del Teide. Vamos, que menos bonito, cualquier cosa.

Y qué decir de mis manchones, por no faltar a la verdad y calificarlos de arte, dibujos o algo que se les parezca. No entendía de márgenes (y sigo sin hacerlo). Márgenes es lo que le quitaba yo a la enseñanza, pero ese es otro cantar.

¿Cantar he dicho? Mejor paro, no se inunde la cuestión.

Como se pueden imaginar, mi paso por la primaria y buena parte del bachillerato fue todo un calvario. No comulgaba con el sistema. Me resistía desde dentro y trataba de demostrar que, con sangre, la letra no entraba. Menos aún se dibujaba.

Intentos no le faltaron, ensañamiento menos.

Recuerdo a un profesor de esos que no se ganaban el calificativo laboral, pero si el carcelario. Vamos, que parecía más bien un carcelero del momento. Este personaje deambulaba en su ambiente en aquella triste y lamentable época. Cuando paseaba entre los viejos pupitres de a dos, aquellos de madera, la prole temblaba y callaba. El motivo no era otro que el subsodicho, a la primera de cambio, aflojaba un soplamocos al que pillara sin motivo alguno. No se me olvida mi primera rebelíon, atrevido yo. Me atrevía a preguntarle la razón de semejante "hostia" poco cristiana, o sí. Su respuesta permanece imborrable entre mis tachones: "por si estuviera haciendo algo".

De ahí vino mi segunda rebelión. El individuo éste, cuando tardabas una fracción de segundo en responder el resultado de una tabla, nos daba no con una tabla, sino con un tremendo tablón desgajado de uno de los pupitres. Varios compañeros, atrevidos revolucionarios, nos confabulamos para robar el sanguinario aplastapulgares. Y así lo hicimos. Nuestro gozo en un pozo. Apareció la "Manolita". Los sádicos disfrutaban poniéndole nombre a sus instrumentos de tortura.

A estas alturas ya van entendiendo la razón por la que yo pinto poco aquí. Ni pinto, ni canto. En todo caso me acoplo con el micrófono.

Y volvemos al principio, ¿qué busca al invitarme a participar en un un lugar como éste?

Probablemente pretenda reflejar lo que sería un aprendizaje sin arte, sin música. Sórdido cual horda u honda wertziana que nos retrotrae a un pasado sin bellas artes, sin artes bellas.

Bueno, comprobada ya mi calamidad para el asunto, quiero decirles (qué voy yo a contarles a ustedes) que la música, las artes, las bellas y las no tan bellas, son esenciales si queremos informar personas libres, con iniciativa, capacidad crítica, capaces de abstraer, divagar, transformar, crear algo nuevo, distanciarse, elevarse, buscar distintas perspectivas, situarse en el lugar de otro, plasmar, recrear, sumergirse en el interior, volcarse en el exterior... En definitiva, acabando con toda la taxonomía de Bloom, atualizándola y dejándola corta, capaces de imaginar, realizar e irrealizar un mundo mejor.

Pero claro, el indiciduo éste, el creador de taras, probablemente fue producto de otra tara y no pretendía sino formar e instruir en el movimiento aquel.

Llegados a este punto y habiendo reconocido las excelencias de un autoaprendizje orientado en las bellas artes y no a las bellas artes  (fíjense que huyo de palabras como estudio, enseñanza...como si de un perro rabioso se tratase), paso a ver la realidad actual, no la triste a la que nos están abocando, sino la nuestra, a la que hemos sido capaces de evolucionar, involucionar en tantas ocasiones.

Hemos cambiado tanto, o seguimos teniendo taras pasadas e inamovibles por mucho movimiento que dijeran representar.

Creo que las Bellas Artes, más alá de formar artistas, deben desarrollar inquietudes, gusto, cariño, abrir puertas al campo o mejor aún, descubrir que no tiene.

Creo firmemente, que por encima de cualquier otra labor, la nuestra, si es que encontramos alguna, consistiría en no hacer odiar la materia (que feo aplicado en este contexto), lo inmaterial que se esconde tras ella. Para ello, sería necesario, metiéndome de lleno ya en la utopía, que desterráramos el palo y la zanahoria, es decir, las calificaciones, las descalificaciones, pero eso es ya harina de otro de mis costados que tengo pendiente.

Es fundamental que todo creativo (alumno para que se entienda) conecte en algún momento de su proceso de una forma especial con algún mentor. No somos capaces de llegar a todos, sería imposible.

Por eso, creo fundamental que no cerremos la puerta al placer de aprender lo inmaterial de la materia y que si no logramos conectar con algún creativo, no lo dejemos con la necesidad, siempre difícil, de tener que reabrir una puerta donde no son necesarias.

Como padre, he tratado de no repetir las taras del sistema en mis hijos. Probablemente haya repetido otras, pero no las mismas.

Como profesor, sin ser ningún ejemplo, viéndome superado en tantas ocasiones por el sistema, pero tratando de no ponerlo como excusa, he intentado no hacer aborrecer ni aborreagar. Tantas veces no lo he conseguido.

Por eso, desde aquí, les animo a encender una llama, miento, en defensa de las artes, de hacer descubrir lo bello que es aprender...

En definitiva, de amar la vida misma y crear mundos mejores.

Ya saben, en un país sin responsables de nada, pidan responsabilidades de esta voladura incontrolada a y a

P.D.: Si no ven ninguna imagen es este post, no es por pura casualidad. Ya conocen la tara y, aunque defiendo el copyleft, tampoco era cuestión de Inmitarme, en este acreativo caso, a copiar y pegar.
P.D. de P.D.: no sé para que me quería para volar este proyecto, sí ella solita casi lo consigue (imagina mi cara)

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